“Te tengo el cuento…”
¡Ay no! Nada más jarto que llegar a una empresa donde todo el mundo se saluda por cumplir, las reuniones son silencios incómodos y uno siente que si respira duro ya incomodó. 😩
Pero espera… esto no es solo una queja, es una confesión edutégica (de las buenas): la cultura de una empresa no está en un póster bonito, está en cómo la gente se trata todos los días.
Y ahí, amigo lector, entran las habilidades sociales. Sí, esas que nadie pone en su hoja de vida pero que se notan más que el diploma en la pared.
Lo que no te cuentan de la cultura organizacional… pero es lo que más pesa
Vamos a decirlo claro: la cultura no es lo que dice el gerente en la convención de fin de año, ni la frase inspiradora que pegaron en la entrada.
La cultura está en:
- El que te da los buenos días con ganas (no por obligación).
- El que no se le daña el día porque alguien opinó distinto.
- El que escucha de verdad (sí, sin mirar el celular mientras tanto).
- El que sabe decir las cosas sin rajar al otro.
- El que ayuda, aunque no le toque.
Y esas cositas, que parecen de abuelita, se llaman habilidades sociales. Son las que hacen que uno quiera quedarse en un lugar o salir corriendo con excusa médica falsa (😬 tú sabes…).
¿Pero eso se entrena? Claro que sí, bebé
Nadie nació sabiendo mediar un conflicto con una sonrisa o hacer que una reunión tensa se vuelva productiva. Eso se aprende. En serio.
Aquí te soltamos un chisme-típico (pa que practique de una):
💡 Tip de oro edutégico: Si ves que en tu equipo hay más miradas cruzadas que colaboración… empiecen por hablar. Pero hablar en serio. Sin suponer, sin juzgar, con calma. A veces, el simple “oye, ¿te pasa algo?” hace más que cien correos en copia.
El efecto dominó de la buena onda (bien manejada)
Cuando las personas se entienden, se escuchan y se tratan con respeto, pasa magia:
- El ambiente mejora (y hasta el aire se siente menos denso).
- Las ideas fluyen porque nadie teme equivocarse.
- La gente quiere quedarse. Sí, incluso si les ofrecen más plata en otro lado.
- La creatividad aparece, y el trabajo deja de sentirse como castigo.
Una buena cultura organizacional empieza con buenas relaciones. Y esas relaciones no se dan con pizza en la sala de juntas: se construyen con habilidades sociales, día tras día, como quien riega una matica.
¿Y si no soy bueno en eso…?
Pues bienvenido al club. Aquí nadie espera que seamos perfectos. Lo importante es querer mejorar.
Empieza con tres cosas:
- Escucha de verdad.
- Habla con intención, no por impulso.
- Y recuerda: no todo se trata de ti. 🤭
Final sin moralazo (pero con corazón):
En serio, si hay algo que puede transformar un trabajo normal en un lugar donde da gusto estar, son las relaciones. Y eso, querido lector chismoso de este blog, depende de cómo tratamos a los demás. Las habilidades sociales no solo hacen que tu equipo funcione… hacen que valga la pena estar ahí.
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Este artículo fue creado por el área de Marketing de Edutegia®, con apoyo de Chat GPT, parte de nuestro combo edutegico.
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